Son la una de la mañana y recién estoy empezando a escribir la reseña, así que esperen un resumen todavía menos útil que de costumbre. Como si a alguien le fuera a importar el resumen de este episodio, que tuvo todo lo que quieren las huargas: piel con piel y Diabólicon con un mejor corte de pelo.
Todo arrancó con la princesa Heredarien de recorrida por el reino, y como toda persona joven que se aleja de su ciudad de residencia, prendió el Tinder y terminó con una fila de pretendientes larga como cola de dragón. Eso sí, se olvidó de configurar el rango de edad, así que le aparecieron desde un veterano que conoció a su abuelo, hasta un pibe que acababa de cambiar la voz. No terminó muy bien la cosa y ella decidió volver a casa un par de meses antes de lo estipulado.
Justo, justo cuando estaba llegando, su barco recibió un topetazo del dragón de Diabólicon, que seguramente tenga un nombre, pero a esta hora de la madrugada no voy a andar googleando. Lo llamaremos Rojito. El regreso del rubio pródigo después de tanto tiempo alborotó a toda la corte, pero nadie se alborotó tanto como la propia Heredarien, que ya no era la chiquilla que lo despidió hace unos años. O el episodio pasado. Ya perdí la cuenta de cuántos años pasaron y a esta hora de la madrugada no voy a andar googleando.
Volvió el tío picarón y había nervios de que volviera con ganas de usurpar el trono, pero solo terminó usurpando la inocencia de su sobrina. Antes entregó el arma de Don Cangrejo a su hermano Viseris, aclaró que lo suyo no es reinar y coronó su alcahuetería con una reverencia y un abrazo.
El episodio de este domingo, además de subir la temperatura después de un par de entregas que estuvieron más al norte que el Muro, volvió a girar entorno a los deberes reales (los otros son de mentira), en especial cuando la deudora es mujer. Aliciente, por ejemplo, quiso convencer a su amiga-devenida-en-hijastra de que es romántico tener a medio reino atrás tuyo, y esta retrucó que no quiere vivir encerrada pariendo. Oops.
Su tío Diabólicon, mientras tanto, fue enterrando la semillita de la duda, para equilibrar con la otra semillita que finalmente no enterró. Le dijo que no se preocupara tanto por el matrimonio, si él mismo está casado con una mujer que la serie ni siquiera se dignó en mostrar. Mientras tanto, la Mesa Chica se mostraba preocupada por lo que pudiera ocurrir con Espossis (el esposo de Carocossis) y se sugirió que lo mejor era casar a Heredarien con el hijo de ambos, que bastante bien creció.
Vamos que con suerte dormimos cinco horas. Cuestión que la candidata número uno al trono se fue a sus aposentos, custodiada como siempre por el caballero Tristón, cuando encontró una mochila con ropas de pobre y un pergamino con la ubicación de un pasadizo secreto. Así que, cual Jazmín en alguna de las dos versiones idénticas de Alladín, la joven abandonó el castillo y se dedicó a recorrer la ciudad junto a su tío (ver foto). Asistió a una obra de teatro sobre su propia vida, probó algunas delicias locales y acompañó a Diabólicon a su lugar favorito en todo el planeta: el Cachondero.
Después de dos episodios aptos para todo público (porque sabemos bien que la violencia se acepta a cualquier edad, pero el sexo no), Westeros volvió a ponerse picante. La famosa tradición del tío que lleva a su sobrino a debutar a un cachondero tuvo aquí algunas diferencias, ya que él estuvo a punto de revelar su TARDIS, pero antes de demostrar si efectivamente era bigger on the inside*, hizo mutis por el foro como el peor de los calientadragones.
Su plan no era (por ahora) hacer honor a su casa, los Incestaryen, sino dejar a la joven al borde del colapso interno y que le hiciera caso en eso de gozar de los placeres de la vida. Quien disfrutó del alzamiento generalizado fue el mismísimo caballero Tristón, que era el cuerpo tibio más cercano a la habitación de la princesa y ella regresó al castillo con un afrecho de proporciones tales que soportó los aproximadamente 85 minutos que tomó quitarle la armadura y desatarse los cordones de ambos pares de zapatos.
Más o menos a esa hora Aliciente estaba padeciendo el costado menos divertido del sexo real (los otros son de mentira), que era recibir a la armada renacuaja con la mejor cara de circunstancia mientras abrazaba a su esposo, cada vez más similar a un queso gruyer. Él, malpensados.
El delicioso con Tristón no generó inconvenientes, pero sí las aventuras en el Cachondero, ya que los bisabuelos de los gorrioncillos del expresidente de Nacional (ver Guía Inútil de Juego de Tronos) fueron con el chisme a Ottoby, la Mano del Rey. Que, con la cara de boludo que tiene y la forma desvergonzada en que entregó a su hija al rey, hay que reconocer que le queda un mínimo de decencia: no revela sus fuentes. Por más que el rey lo presionó y se enojó con él por haber espiado a su hija, demostró ser un periodista de ley. Heredarien, mientras tanto, se pasó la última parte del episodio negando todo. ¡Que suene la música!
Hacía mucho que no escuchaba este disco. Mal yo. La princesa dijo que con el tío se mamaron y solo fueron a mirar. Y la verdad es que en el Cachondero lo que sobraban eran miradas y mamadas. Y hasta juró por la vieja que su tío no la había tocado. Total, ¿qué le podía pasar a la madre? ¿Morirse de nuevo?
La charla que no estuvo tan simpática fue la del rey Viseris con su hermano Picareon (rebautizado solo por este párrafo), que incluyó patadas en el piso y "¡Ahora nadie va a querer casarse con ella!". Picareon le ofreció casarse con la joven para ahorrarles el disgusto, o para cambiar un discurso por otro, y el rey lo condena nuevamente al peor de los castigos: volver con su esposa. Restaba la charla de padre e hija, donde otra vez nos recordaron la profecía de la Canción de Hielo y Fuego.
Tranquilos, es la misma imagen de la otra vez, ya es tardísimo. Decía, que la muchacha volvió a negar todo (escuchen la canción de Dani Umpi de nuevo) y el papu le dijo, con bastante tino, que no importa la verdad sino la percepción. Y le aclaró que iba a tener que casarse con el hijo de los Cossis. Ella tiró la gran "me caso pero con una condición", si es que entendí bien. No voy a ver ese pedacito del episodio de nuevo. Lo cierto es que inmediatamente después de eso, el rey mancó (le sacó el rol de mano) a Ottobys, porque no puede confiar en él y porque le alicientó a su propia hija. Que justo se dio cuenta ahora, no durante todos estos años cuando la renacuajeaba. En fin.
El episodio terminó con el médico real (los otros son de mentira) sirviéndole a la princesa un té de hierboprostol, por las duditas. Dentro de todos los horrores que ocurren alrededor de la corte, aplaudimos que la princesa tenga ese mecanismo de control de la natalidad a su alcance. Siempre y cuando pueda decidir si lo toma o no. En fin, terminó el episodio y no sabemos qué hará, así que no se extrañen si el domingo que viene la serie salta veinticinco años y hay un tristoncete terminando de estudiar Ciencias de la Comunicación.
Antes de irnos, el botoncito de siempre, pero recuerden que las reseñas seguirán llegando sin importar la cantidad de donaciones. Eso sí, me enorgullece contarles que encargué la primera novela de Grant Morrison, Luda, gracias a vuestras colaboraciones. Ya les contaré cuando llegue.
*Matt Smith protagonizó la longeva serie de televisión Doctor Who**, así que fueron un par de chistes para fanáticos.
**Y fue el mejor de los protagonistas. Eso no está en discusión.
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