Si las últimas dos temporadas de Juego de Tronos iban rápido, esta serie hace que las últimas dos temporadas de Juego de Tronos parezcan la subtrama de Daenerys en las primeras dos temporadas de Juego de Tronos. Ya saben, Daenerys. La rompedora de cadenas, la cortadora de venas, la provocadora de gangrenas, la más barata por docena, la Fernando Morena, la definición de chilena, la puré de berenjenas, la dale a tu cuerpo alegría Macarena, la que tu cuerpo es pa' darle alegría y cosas buenas, la Feliz Nochebuena, la que no quiere llanto ni pena, la que prefiere que la velen bailando una rica plena. Bueno, esa.
Si en Juego de Tronos no convenía encariñarte de los personajes, acá no conviene encariñarse de los actores y de las actrices. Por más que un personaje sobreviva, si Lord Selby es interpretado un domingo por un preadolescente, el domingo siguiente será interpretado por un cincuentón y en una semana le tocará el turno a un anciano decrépito que apenas puede memorizar sus líneas.
Tres años pasaron desde el domingo pasado (en horas trabajadas sentí como que pasó un año y medio) y Aliciente ya horneó un heredero real y está por terminar de hornear un segundo. Esto plantea una complicación ya que hasta el domingo pasado (o sea, tres años atrás) nadie se cuestionaba que el incomodísimo trono de espadas era para Heredarien. Pero con la llegada de Bebegon (que en siete días será Pibegon y en catorce estará como el Targaryen cieguito que estaba en el Muro) la cosa está un poquito más complicada. Imaginate ser la recién nombrada para suceder a tu viejo, y que tu mejor amiga le regale al mundo una persona que para muchos está mejor capacitada para el cargo. Lo que es peor, imaginate que tu mejor amiga escribió la cartita a París con la ayuda de tu madre (que follaba con ella mientras escribían). Y mucho peor, imaginate que te queda un episodio más y después te cambian por otra actriz.
Hay cosas más preocupantes para el reino, como el azote de Don Cangrejo. Ya saben, ese que apareció un promedio de quince segundos por episodio pero tenemos que creer que es re zarpado, tanto que llevó a que el esposo de Carocossis y Diabólicon forjaran una alianza para derrotarlo. Que en los últimos tres años (es decir, desde el domingo pasado) no sirvió de nada. Por suerte el puñado de días que decidieron mostrar esta semana sirvieron para solucionar un montón de cosas.
Pero primero, el cumpleaños de Bebegon. Vieron que en el mundo real ahora cuando las criaturas cumplen un año se organizan grandes fiestas. Seguramente promovidas por acciones de marketing de los que alquilan salones de fiestas. Bueno, en Tronolandia se hacían cuando las criaturas cumplían dos años, seguramente porque solo un 15% de los nacidos llegaban a esa celebración, y los reyes no tenían tanto oro para andar derrochando. Pero el primer hijo de Aliciente vive, lucha y se babea, así que todos los lores y los loros se van de cacería. Si tan solo supieran que 200 años después un jabalí se iba a cargar a un rey y con eso iba a arrancar un lío de siete temporadas y media...
Los festejos incluían una carpa de lujo y un montón de viejas chusmas que querían guerra (literal y de litera), y un montón de buitres que revoloteaban a la princesa Heredarien, que ya está en edad de merecer consorte. El único buitre que se le acercó fue ser Pánfilus Lannister (el nombre de pila puede variar, a esta hora no googleo), que le tiró los huargos a la nena pero solamente porque tenía el permiso de papá Viseris. Ella fue hasta donde su viejo y comenzó a bailar rollinga al ritmo del tema de Turf "Yo no me quiero casar... Y Ud?".
Mientras tanto, el episodio apestaba a realismo con la presencia de tanto perrito y perrote. Dame dragones, dame lobos feroces, no me des un pug que distrae más que un vaso de Starbucks. El rey no se molestaba por el perrerío: estaba ocupado amasando caquita de ciervo con los dedos como quien hace pelotillas con plastilina para armar algún diseño con diferentes colores que en un mes se transformarán todos en un gris violáceo muy parecido a la caquita de ciervo.
No se había terminado de limpiar las manos, cuando Pánfilus Lannister fue a pedirle que le hiciera gancho con Heredarien con el discurso de "Encima que te la estoy sacando de encima, ella que no va a ser reina ni en pedo". El resto de los integrantes de la mesa chica tenía otras ideas para la nena: casarla con Bebegon (puaj) o con el hijo de Carocossis, que en siete días pasó a ser un Lennykravitzaryon. Ojo ahí. De todos modos, el problema era el mismo, ya que iban contra la voluntad de soltería eterna de la princess. Ella, que cual galo sin poción mágica, apenas pudo sobrevivir al ataque de un jabalí.
Al padre las cosas le salían mucho más sencillas ("It's good to be the king"). Sus súbditos rastrearon al ciervo, que no resultó ser el famoso ciervo blanco de los buenos augurios sino un ciervo común que cagaba plastilina. Lo agarraron entre cinco y Viseris solo tuvo que clavarle la lanza que le regaló Pánfilus. El ciervo murió en medio de gritos desesperantes, con el séquito de alcahuetes reales aplaudiendo como si se hubiera perdido Juan Cruz. Este es el momento de condenar las corridas de toros, perdón Andrés Calamaro si me estás leyendo. Fue un gusto tenerte desde los comienzos hasta aquí. Ya encontraré a alguien más que rime "torero" con "ropero" y "vejiga" con "hormiga". Y de paso condenemos a los millonarios que van de safari con cinco nativos que agarran al elefante (o al león) para que estos pelotudos le disparen. No, estos dos ejemplos no son lo mismo que matar para comer. Pero no daré más explicaciones porque me quiero dormir a eso de las dos.
¿Se acuerdan del ciervo blanco? Y sí, porque apenas si lo nombré en el párrafo anterior. Pues la mismísima Heredarien, toda ensangrentada del encuentro con el jabalí (matar para no morir comida por un bicho también está bien), se cruzó con el famoso ciervo blanco de los buenos augurios y lo dejó ir, tranqui. Capaz que era el patronus de su madre, aunque creo que se me están mezclando los tantos. Estos son rubios como los elfos, pero con orejas menos puntiagudas, y tienen magia como la de Harry Potter, pero son menos transfóbicos.
De fondo, Ottoby y su hija Aliciente ya complotaban para que Bebegon un día sea el Reyegon. Porque acá si no te conspiran una vez por episodio, no es La Casa del Dragón.
¿Y Don Cangrejo? No sé para qué me hago preguntas de las que tengo la respuesta. Perdonen si tardo más tiempo en escribir estos párrafos, pero he dejado de entender la letra con la que hice las anotaciones. Creo que la abeja reina Aliciente conversó con su esposo de algo, de que están perdiendo la guerra. Llegó carta del tío de Lennykravitzaryon, el cuñado de Carocossis, avisando que Don Cangrejo los estaba por convertir en un balde de bocados (See what I did there?) y si no recuerdo mal, ella le dijo que le convenía terminar con esa guerra, o sea ayudar a los dos traidores de Diabólicon y Espossis. Pero antes de la batalla final, Viseris se reunió con su hija y le aclaró que sigue siendo la #1 para él, que se case con quien quiera, pero que en lo posible se case.
Ahora sí, en Las Piedras (donde los semirrebeldes pelean contra las huestes de Don Cangrejo desde hace tres años), la moral no es la mejor. Por suerte llega un mensajero del rey anunciando refuerzos, y Diabólicon demuestra que se caga en los refranes, en especial aquel de "No mates al mensajero". Decidido a terminar con los enfrentamientos antes de recibir ayuda real (o sea, de verdad, pero también del rey) cruza solito el No Dragon's Land que lo separaba del territorio enemigo, esquiva un millón cuatrocientas mil flechas (todas menos tres) y hace que los cangrejeros salgan de sus escondites. Salen todos, pero todos, para enfrentarse a él solito, y cuando salen se los cargan desde arriba con la ayuda de un dragón y de varios soldados. O sea, si Cherches en las Termópilas hubiera hecho una corridita triunfal, los espartanos no hubieran durado ni quince minutos de película.
Chau Don Cangrejo. Espero que estés en el Infierno, como toda esa gente que no logra terminar un día sin andar hablando de asuntos de dinero. Por suerte en este blog no somos así. Nos vemos la semana que viene, pero antes de irse, ya saben:
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