Tener mala memoria no es algo de lo que enorgullezca. Me encantaría poder citar diálogos de La Conjura de los Necios, libro que debo haber leído seis o siete veces (si mal no recuerdo... que seguramente así sea). Pero cada vez que me encuentro con una obra que debería saber hasta de canto, apenas recuerdo algunos detalles (los cuadernos Gran Jefe cubriendo el piso de la habitación, el cajoncito del carro que vende panchos). Y si bien está buenísimos asombrarse como el primer día con algo que uno ya leyó/vio/experimentó, preferiría tener la libertad de elegir un libro de la pila de los nuevos, una película de estreno, sabiendo que los otros ocupan un lugar destacado en mi cerebro. El estrés postraumático es menor, por supuesto, pero de todos modos me gustaría tener la memoria que tienen otras personas. Como Maia, por ejemplo.
Conocí a Maia Debowicz hace muchos años, en Rosario, en una convención de historietas a la que llegué para presentar una obra y para ser jurado del concurso de cosplay. Tenía puestas orejas de conejo e intentaba sacarse una selfie en la que se lucieran. ¿Qué? Dije que tenía mala memoria, no que era el protagonista de Memento. Desde entonces comencé a seguirla en las redes sociales, leer sus textos y escuchar sus columnas de radio. Es la persona de quien más he aprendido eso de "criticar" películas y series, aunque no lo ponga en práctica. Si hasta tuve que poner "criticar" entre comillas, porque todavía considero que hago reseñas. Quizás de esa forma me siento más tranquilo al escribir.
Hablando de escribir, ella no solamente ha escrito de cine y televisión, sino que ha escrito mucho de ella. Porque (y aquí viene el enganche con el comienzo, que casi lo olvido) tiene una memoria prodigiosa. Tanto en su libro Costumbres de otro planeta como el que acabo de terminar, ¿Y si no es suficiente? se dedica a llevarnos de la mano a través de momentos de su infancia y su juventud, que llamar "anécdotas" sería quedarse cortísimo. Una conversación, una cena familiar, una arrojada sobre la cama a llorar porque las cosas no salieron como quería, son más que historias que se comparten en un cumpleaños. Son pequeñas piezas literarias que (imagino) hicieron tanto bien a la autora como tienen el potencial de hacerlo con aquellas personas que la lean.
Ella es pop, lo cual hace que disfrute todavía más el uso de las imágenes. "Una tristeza de esas que se pegan a la piel como los tatuajes que vienen en los chicles", dice en la página 24 de su más reciente obra. Otras plumas hubieran buscado comparaciones más solemnes, pero de esta forma Maia logra que se dibuje una sonrisa incluso en los pasajes más dramáticos del libro. Que lo es, quizás porque el drama se nutre de recuerdos y la escritora (como dije) se acuerda de todo. No le envidio esa memoria, pero sí lo que hace con ella.
Las referencias populares y la llana franqueza con las que hilvana su existencia me recuerdan a Dani Umpi, quien también construye historias, más o menos ficticias, en las que perfectamente puede figurar la letra de la canción que daba inicio a la telenovela de la tarde. De ambos he aprendido un montón.
Al igual que en Costumbres de otro planeta, la sensación de sentirse diferente es central en el relato. Y de nuevo hay un drama capilar, en este caso unos rulos incontrolables que quiere esconder a toda costa, pese a que sean uno de esos signos de que es "hija de su padre". Y el padre, a quien está dedicado el libro (mejor dicho, el papá) es el otro gran protagonista de la historia. Maia logra hacer interesante el recorrido de una cobradora de alquileres, incluso cuando por un rato no se mencionan los entredichos con su jefe (que es su papá). Una relación que queda mejor definida en cien páginas que muchas que han tenido volúmenes enteros.
¿Y si no es suficiente? tiene fragmentos más oscuros, que por la agilidad de la narrativa a veces resuenan más de lo que suenan, y esto puede ocasionar que golpeen aun más duro. Las pinceladas de una relación abusiva son más fuertes que una escena de violencia, y la enfermedad de un familiar está mejor descrita cuando está alrededor de la mesa con gente que festeja la vida.
No es un libro sobre personas tristes, sino personas que (como todos) atraviesan la tristeza. Que muchas veces recién se reconoce cuando se termina, como cuando Maia nos dice "Entonces recordé cómo era mi risa". Hay infinitos caminos para enfrentar a los sentimientos negativos y eso hace que muchas veces pasemos demasiado tiempo a puro ensayo y error. Este texto no necesariamente tiene poderes curativos, pero puede ayudar a una mejor retrospectiva si alguno (o uno) tiene dolores cercanos. En todo caso, es una obra recomendable.
¿Y si no es suficiente? de Maia Debowicz. 2022, 96 páginas. Vinilo editora.
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