Cada escritor tiene su método de trabajo, su hábito, que puede incluir el momento del día en el que prefiere escribir, el lugar de la casa, si planifica de antemano el texto o si va improvisando y encontrándose con las escenas. En mi caso escribo cuando aparecen las ideas, en especial mientras voy caminando o en ómnibus, y me gusta tener una mínima hoja de ruta antes de ponerme a contar una historia. Prefiero no comenzar un cuento que dejarlo por la mitad.
También soy bastante jeringa con el primer párrafo, o los primeros párrafos, porque no solamente marcan el lenguaje del narrador, sino que son los cimientos de lo que vendrá después. Por eso suelo escribir y reescribir el comienzo de las historias (salvo que aparezcan de una).
Esto lo hice hace un rato y es el comienzo de la historia de un tipo muy educado que se baja Tinder, o similar. En realidad es mejor que sea similar y no Tinder, así no tengo que andar haciendo research para evitar que alguien diga "ah, pero el corazoncito es de otro color". No, no tengo Tinder.
Lo que reproduzco a continuación son los pasos de mi búsqueda del primer párrafo perfecto. Y cuando digo "perfecto", quiero decir "perfecto para esta historia". Nada garantiza que la última versión de este comienzo es la que quede en la versión final, que podría ver la luz recién dentro de... bueno, muchos años, si tomamos en cuenta de que tengo dos libros prontos para editar y este cuento recién entraría en el tercero.
Tranquilos, que tengo un amigo con instrucciones claras acerca de dónde están los cuentos (los que están en papel y los que están en Word) en caso de que algún traspié (literal o figurado) me arrebate de este mundo. También puede ser que compara alguno por acá. Nadie lo sabe. En fin.
El cuento todavía no tiene título.
1- Pese a la insistencia de su grupo de amigos, tardó bastante tiempo en bajarse una aplicación de citas. Le daba mucha vergüenza tener que salir a venderse al mundo, eligiendo sus mejores etc etc. Optó por fotos ni tan lindas ni tan feas.
2- Le daba mucha vergüenza bajarse una aplicación de citas. No por el objetivo final (casarse) sino por esa cosa de
3- Lo único que le dio más vergüenza que bajar la aplicación de citas fue completar el perfil.
4- Bajar la aplicación de citas le dio vergüenza, pero completar su perfil le dio mucha más.
5- Bajar la aplicación de citas le dio vergüenza, pero completar su perfil le dio muchísima más. Tenía que presentarse ante las otras personas de manera de parecer atractivo, pero no quería quedar como un mentiroso.
6- Bajar la aplicación de citas le dio vergüenza, pero completar su perfil le dio muchísima más. La idea de presentarse ante los demás le generaba dudas. ¿Se atrevería a mostrarse con virtudes y defectos?
7- Bajar la aplicación de citas le dio vergüenza, pero completar su perfil le dio muchísima más. Veía al resto de las personas posando en escenarios preparados, con iluminación perfecta y detallando todas sus virtudes. Eso le parecía vanidoso en el mejor de los casos y mentiroso en el peor.
8- Bajar la aplicación de citas le dio vergüenza, pero completar su perfil le dio muchísima más. ¿Cómo se presentaría ante los demás? No se imaginaba posando bajo una iluminación perfecta y enumerando sus virtudes. En el mejor de los casos le parecía vanidoso y en el peor de los casos una falta a la verdad. O sea, una mentira.
9- Si bajarse la aplicación de citas había sido una decisión de varios días, completar el perfil fue algo aun más pensado. El nombre y la edad no tenían misterio, ya que nunca dudó en completar esos campos con exactitud, pero las fotos y la descripción le quitaban el sueño. Era consciente de que quienes que utilizaban ese servicio se mostraban bajo la mejor luz. Literalmente, en el caso de las imágenes. Pero él no quería faltar a la verdad, ya que en su mente era lo mismo que mentir. Se sacó decenas de fotos y eligió aquellas que mejor reflejaban la imagen que los demás tenían de él, y se aseguró de contarle a las potenciales personas interesadas algunos de sus defectos junto a sus virtudes.
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