Le Bizarre #1

El otro día estaba mirando un programa viejo de "Peter Capusotto y sus videos". Pude comprobar que para hacer televisión no se necesita dinero sino ideas (ta, se podría agregar "y una emisora de televisión que ponga dichas ideas en el aire", pero eso iniciaría un debate ontológico y odontológico al que no me siento capacitado de contribuir).

Miraba el programa, decía (porque algunos de mis paréntesis son tan largos que me veo obligado a recapitular). Miraba el programa, decía, cuando me encontré con un mini clip de un personaje que luego retomarían: "el Hombre Manos de Cordera".

Como su nombre lo indica, es el multikuerdo de Capusotto con dos caritas del pelado Cordera en el extremo de sus brazos, los que cantan a dúo canciones de la Bersuit.

Además de divertirme un rato, el segmento me disparó recuerdos enterrados, como cuando alguien empieza a tararear un jingle viejo y vos te acordás la letra aunque no lo hayas cantado en dos décadas.

La memuar resucitada tenía unos seis años, por lo menos. En aquella época yo era un mild-mannered trabajador de imprenta, con una lucha interna por terminar de "dejar ir" la carrera de ciencias de la comunicación, cual familiar que apreta la mano de su tía abuela, recién caída en un coma profundo, mientras los doctores le piden que la "deje ir", que ya está, que tiene muerte cerebral, que nunca vas a recursar Teorías III ni Teorías IV.

En Ciencias de la Comunicación, una materia es tan pesada como el largo de su nombre, así que en vez de prestar atención en "Teoría y práctica de la investigación y el desarrollo de las técnicas de la comunicación y los medios masivos de comunicación comunicacional", hacía dibujitos, planeaba asados con los compañeros y alimentaba el sueño del producto comunicacional propio.

Quizás el proyecto que estuvo más cerca de concretarse nació junto al escritor del prólogo de mi primer libro y uno de los dibujantes bizarros que tengo entre mis favoritos. La idea era hacer un fanzine. Ya saben, una revista pero de menor calidad y sin depósito legal.

De haber sabido que nunca se concretaría, no hubiéramos pasado tanto tiempo buscándole un buen nombre. Y no crean que nos decidimos por uno tan bueno, que no me animaría a escribirlo por miedo al hurto. Pero lo cierto es que terminó gustándonos "Le Bizarre".

Durante los siguientes meses intercambiamos ideas, páginas terminadas y otras celulosidades. Hasta lograr el suficiente material como para embarcarnos en la aventura de hacer nuestros sueños realidad. Aventura que naufragó por una sencilla razón.

Salía carísimo.

Así que tanta introducción, tanta idea, tanto tiempo disfrutamos de este amor, nuestras almas se acercaron tanto así, que yo guardo tu sabor, pero tu llevas también sabor a mí. Todo eso quedó apolillándose en carpetas de algún disco duro montevideano. Pero a esa altura ya había nacido "A las estampitas, las estampitas", una serie de dos páginas que contenía a "el Hombre Manos de Tejera". Mírenlo.

Algún nerdo habrá reconocido la base para la estampita. Se trata del botijita de los GoBots, escaneado de mi propio álbum (que como tantas otras joyas de mi infancia tuve que readquirir en Tristán Narvaja).

Más allá de este recuerdo que originó la historia, el arco iris de ilusiones se derritió como una barrita de dulce de leche en un freezer desenchufado. Pero siendo el gran reciclador que soy, supe aprovechar alguna cosilla. La contratapa de Sobredosis Pop, en la edición original de Cauce (absolutamente diseñada por mí, de ahí la mediocridad estilística), tiene un dibujito de Joaquín Galán y la leyenda "La crítica dijo: Sobredosis Pop es más divertido que un recital de Pimpinela sin la mina".

Pues bien, ese cartún nació en una página llamada "Comis de cotelete", cuya única razón de ser era intentar imitar el estilo bizarro de mi amigo y compañero de Fanzine, el mítico Ramoun (ta, ya lo nombré, y Javier era el otro). Así, junté en una sola página las tiras "Un culo (de fea)", "Mamamamá", "Viajecito", "El cuñado ninja", "El ciempié" y "Adhil Ramsís" (éste último fue una legendaria creación que supo viajar de banco a banco en medio de las clases).

Salpicado entre las malísimas tiras estaba Joaquín, pero con el texto "Más aburrido que un recital de Pimpinela sin la mina". O sea que le di un giro de 900 grados al chiste, pero no iba a estar tirándome patrás en mi propio libro. Al menos no en la contratapa.

Ahora que lo pienso, podría haberme evitado dos párrafos enteros de descripción, colgando la mentada página. Y como sé admitir mis errores, lo voy a hacer. Igual dejo los párrafos.

El resto estaba compuesto por versiones gráficas de lo que suelo escribir. Es decir: alguna historia, experimentos con el Photoshop y mucha basura sin sentido. Para cerrar este espacio y agradecer a quienes llegaron hasta aquí (a vos no, scrollero de mierda), adjunto otra página completita. En un futuro cercano, previendo la sequía creativa que suele acompañarme como Salado acompañaba al hijo de Simbad, subiré alguna otra cosilla.

Bueno, este archivo de Word fue creado el 8 de junio y su última modificación fue el 16 de junio. Ahora veo que arranca diciendo "el otro día". ¡Ja! Mejor lo subo sin leerlo todo o me voy a traumar.