Ahí viene Meteoro (ponete los anteojos oscuros)

Carlos y Ana María Wachowski volvieron a las andanzas, esta vez versionando y remixando el clásico del manga y el animé. Cansados de tanto cuero negro en las tres Matrixes, y la no menos sombría inglaterra fascista de V for Vendetta, los hermanitos decidieron darse un chapuzón en "el mágico mundo del color" (Disneylandia dixit).

Desde este mismo espacio cibernético se previó que "Meteoro" iba a ser "un vómito de colores y energía cinética". Y no nos equivocamos. Quiero decir, no me equivoqué. A veces se me escapa la grandilocuente primera persona del plural, pero en este momento no soy más que un canijo sentado frente a una PC en un cuarto lleno de cajas prontas para subirse a un flete.

Volvieeendo a la película. Estos wachos parecen haber descubierto el Technicolor, y como buen nene con chiche nuevo, lo explotan hasta las últimas consecuencias. La cosa no arranca tan mal, con Meteoro (Speed Racer en el original) corriendo en esas pistas que son una mezcla de Hot Wheels con un flipper ochentero. La acción atrapa y las "peleas" entre autos están correctamente updateadas. ¿Se acuerdan del cartoon, con los autos golpeándose entre ellos con la dureza con que Dorothy golpeaba sus zapatitos rojos? Acá hay guerra, papá. Lucha grecorromana con un traje de auto puesto.

La acción es más rápida y más furiosa. El problema empieza cuando la acción se acaba y la cámara muestra la casa de los Meteoro (¿cuál es el apellido de Meteoro? porque el nombre en inglés es Speed Racer y los tipos se apellidan Racer. Capaz que se llama Mete Oro y es la familia Oro. No es tan descabellado, recuerden a los Súper Sónicos). Adentro la cosa es a puros colores primarios. Algo que supo hacer Dick Tracy bien. Pero en determinado momento se abre la puerta y todo se pudre. El mundo exterior de Meteoro es LazyTown.

¿Los tienen? Son de Islandia y hace poco vinieron a llevarse nuestro dinero en el Palacio Peñarol, creo. Tienen un arrastre inmenso con la botijada.

Igual que en LazyTown, en el mundo de Meteoro todo es reventado, fluorescente, neónico, plástico... falsísimo. Se le puede entrar, pero hace falta un esfuerzo enorme. Hubiera sido mejor colgar un cartel en la entrada del cine.

"Abandon disbelief all ye who enter here"

Pasada la primera cachetada, uno va acostumbrando la vista. Como cuando estás un rato en el living mirando tele y de pronto salís al jardín y no ves una mierda. Pero después sí. Sí ves.

Todavía queda una segunda cachetada visual: la visita a las Industrias Royalton. Imaginen una mezcla de La Familia del Futuro con Charlie y la Fábrica de Chocolate, sumado a una pantalla verde que no termina de disimular que los actores realmente no están ahí. Vamos, 300 lo hizo. Ustedes también pueden hacerlo.

O directamente podrían haber utilizado la pantalla verde tantito menos. Si hasta parece que los desnudaran, los raparan, los pintaran de verde y generaran desde el pelo hasta la ropa por computadora. Costaba menos despedir a todos los actores y crear ese 1% de imagen digital. Por lo menos lo dejaban parejito.

Eso sin mencionar al arquitecto. Porque en esta película vuelve el arquitecto, ¿se acuerdan?

El personaje que en la segunda de Matrix empezaba a hablar y la pudría. Uno se perdía en su sermón grandilocuente, que solamente agregaba layers de trama absolutamente innecesarias. Bien, en Meteoro este papel lo cumple Royalton, el capo de la citada industria automotriz.

Guarda que hay personajes que se salva. Papá Oro (John Goodman) se calza el rol comédico a la perfección (repongan Roseanne) e incluso demuestra proezas físicas, como lo hacía en el dibujito. El niño que hace de Chispita (un actor infantil que en diez años estará drogándose en la playa de California) se roba los mejores momentos de la película, para sonrisa de quien suscribe y para la carcajda de los niñetes, que se divierten y mucho.

Y al que Christina Ricci le parezca linda, también tendrá un plus por ese lado. A mí me pareció la hija de Carmen Barbieri y John Waters (sí, es como la tercera vez que hago eso que TVR llama "ecuaclón". No lo inventaron ellos. Yo tampoco, pero hace años que hago el "parece el hijo de tal y tal").

Por suerte están las carrerillas y las peleas, que se alejan de las balas flotantes de la matriz y se apropian de ciertos guiños del manga, pero hechos de izquierda a derecha. Como debe ser.

Quizás parezca que lo malo sobrepasa a lo bueno, pero creo fervientemente que si van a verla con ganas de divertirse, no son epilépticos y -lo más importante- no se sientan al lado de un amigo al que todo le cae mal y puede arruinarte cualquier película, vale la pena ver en pantalla grande esas carreras, esas peleas, y ese mágico mundo del color. Lástima lo del arquitecto.

Índice de juvenil divertibilidad:

Tres Chicos Maravilla. Porque verlo en pantalla gigante es mucho mejor que verlo en el 14 pulgadas cuando lo pase Cinecanal. Además, si seguís colgándote del cable como la rata de alcantarillas que sos, nunca vas a ver nada bien.