Budismo y podología

La cuenta regresiva. Los guiones ya están teleprompteados y ensayados (como si eso sirviera de algo). La gente empieza a llegar a la tribuna. Las viñetas son subidas al programa de VJ. Luces. Cámaras. Acción todavía no. Un programa a punto de salir al aire. Varios guionistas. Por lo menos uno, que gusta de escribir frases cortas. Muy cortas. No, tan cortas no, no exageremos. Nada y todo puede salir mal. Por ejemplo...

Por ejemplo esa puta uña. La que se me encarnaba de un lado, y por eso me operaron. Y desde entonces se me encarna del otro. La muy coto®®uda terminó de incrustarse en la acolchonadita piel de mi dedo gordo izquierdo. Del derecho ni hablemos, parece una uña mutante, creciendo hacia arriba. Para los curiosos, la prueba del delito está en la primerísima foto de mi fotolog.

En fin, faltaba poco y empecé a renguear. Y justo el día en que rengueo de verdad, no apareció el bastón de utilería con el que jodo todas-las-santas-reuniones a ser el Doctor House. Bueno, Leo también jode. Entre los dos negamos que sea Lupus y nos ordenamos punciones lumbares. Pero el que rompe los huevos con el bastón soy yo.

No podía darme el lujo de sufrir (tanto). Después de la reunión vendría nuestra clásica comida en un bar de excelentísima categoría (esa noche con una presencia importante incluida) y el festejo de cumpleaños de un amigo que en minutos se travestiría para el Piñeyro del Campo (¿no me creen? entren a www.losinformantes.com y véanlo con sus propios ojos).

En fin. Había que operar. Y por supuesto, no contaba con mi equipo profesional, que consiste en:
-1 (un) cortauñas que corta de costadito, ideal.
-1 (un) cortauñas partido, pero que tiene navajita y abrelatas (útiles ambos).
-1 (una) trincheta.
-1 (un) alfiler de gancho.
Todos ubicados estratégicamente en mi mesita de luz. Por suerte la producción de Los Informantes contaba con 1 (un) alfiler.

Así que mientras todos corrían, ensayaban, disfrutaban del catering (del mismo bar de excelentísima categoría) o ensayaban las risas con la tribuna, yo rasqueteaba. Hurgaba. Hacía palanca. Y sufría más. Pero claro, para mejorarse de una uña encarnada, siempre hay que pasar por un pico de sufrimiento. Como explotarse un grano.

Estas cosas no se inventan. O mejor dicho sí, se inventan. Pero esta me pasó de verdad. Y para atestiguarlo, aquí está el testimonio fotográfico.

En la foto, la lucha encarnizada entre el hombre y la uña, parte de nuestro equipo de producción y casi toda nuestra sala de producción, que no es muy grande. El resultado de la lucha: perdí. Pero de vuelta en casa, luché hasta las 4:20 de la mañana y gané. No me hagan acordar.