En casa hay demasiados libros. Lo sé yo, lo saben ustedes, lo sabemos todos. Pero ni siquiera me voy a dignar a entrar en esa discusión de “comprás libros que no leés”, porque hay gente que colecciona cucharitas de té y no las usa a la hora tel té; usa siempre las mismas, compradas en el supermercado de la esquina, de esas que vienen en plástico sobre cartón como si fueran figuras de acción de las Tortugas Ninja.
Mi problema no es con los libros que (todavía) no he leído, sino con los libros que he leído por la mitad. Y aclaro que este no es un posteo a favor de terminar los libros aunque no nos gusten. Tengo identificada una característica de mi lectura, que es que una vez que me siento cómodo con la voz narrativa, que conozco a los personajes y que entiendo lo que está pasando, desaparece la novedad y dejo el libro en alguna superficie horizontal repleta de otras cosas.
Esto no ocurre siempre, pero aumenta en períodos de sobrecarga laboral, y de esos nunca me faltan. Así que en mi casa pueden verse, sobre las mencionadas superficies horizontales, libros con toda clase de señaladores entre sus páginas. Porque son tantos los volúmenes abandonados, que termino usando cualquier cosa que encuentre a mano como marcalibros: boletos, boletas, pedazos de hojas, etcétera.
Era este hecho, y no la cantidad de libros en mi colección (y cuando digo libros también digo cómics/historietas, es que es más sencillo a la hora de escribir), que el verano pasado hice algo al respecto. Sentí la disminución impresionante de laburo en enero comparado con diciembre y en los primeros quince días de 2024 terminé quince libros que tenía en algún estado de lectura. Mentira, más vale confesarlo temprano: también meché libros cortitos que se empezaban y se terminaban en una misma tarde.
Aproveché para terminar algunos ejemplares de mi biblioteca favorita (en este caso me refiero a un mueble en particular) que son aquellos de no ficción que giran alrededor del humor. El año pasado leí la historia oral de 30 Rock, un road trip delirante por pancherías de Estados Unidos, un ensayo sobre “lo gracioso” y un libro sobre la guerra entre Marvel y DC. También hubo lugar para la poesía, la literatura infantil y para dos títulos escritos por Neil Gaiman. Suerte que los saqué de mi lista de pendientes antes de lo que todos sabemos.
El ejercicio me resultó reconfortante. Me retracto: el juego me resultó reconfortante. Porque así lo encaré. Eso de terminar un libro por día (algunos días terminé tres, otros ninguno) me agregó la pizca de autopresión, o presión autoimpuesta, que realmente necesitaba para superar esos trancazos en la lectura. Por las dudas, también les aclaro que en el 2023 anterior, como ocurrió en el resto de 2024, leí otro montón de cosas. Hubo libros que me engancharon desde el primer momento, y hubo otros que yo mismo pedí a editoriales que me los mandaran al diario, así que había que cumplir con el compromiso de terminarlos y escribir al respecto. A veces pienso que no leo lo suficiente; este ejercicio (este, el de escribir sobre el juego) también me sirve para darme cuenta de que leo un montón.
Esperen, porque me olvidé de otro juego, y fue importantísimo. Compartí mi progreso en las redes sociales. En este mundo performático decidí utilizar a mi favor la vidriera que representaban Instagram, Facebook y Twitter, y fui subiendo fotos de cada uno de los libros que terminaba, aunque el texto que utilicé junto a cada imagen daba lugar a la polisemia y muchas personas se pensaron que estaba subiendo fotos de los libros que tenía intención de leer. Este año cambié un poquito el texto, pero mantuve la doble interpretación. Por supuesto que hubo foto al terminar el desafío.
Cuestión que esa vidriera agregó otro poquito de presión autoimpuesta. Funcionó y me gustó. Tanto me gustó eso de terminar libros, que este año decidí hacerlo de nuevo. Y desde un primer momento la cosa fue bien distinta, porque designé un espacio detrás de las puertitas de una biblioteca para ir acumulando, y no tener que buscar mucho a la hora de encontrar la lectura siguiente.
Nota al margen: luego de escribir el párrafo anterior me dirigí hasta aquellas puertitas, pensando “Che, ¿me habrá quedado algún libro por terminar?”, así como con pena por haberme olvidado de alguno. Había casi cuarenta. Repito la primera frase de este ensayito: tengo demasiados libros. Lo sabemos todos.
Volvamos a los primeros días de este año 2025. Con esa primera pila de libros (después fui agregando otros, claramente) comencé la lectura. Unas semanas atrás me había llegado el Batman by Jeph Loeb & Tim Sale Omnibus, un cómic de 1176 páginas que recopila las historias de Batman que realizó esta pareja de creadores. Había leído las dos primeras partes, y en una tarde tranquila devoré el resto.
Por las dudas, para aquellos que no leen cómics: los cómics se leen muchísimo más rápido. Pero muchísimo más rápido. Si tenés la suficiente concentración (no revisar el celular y que no se esté incendiando tu casa, por ejemplo) terminás un volumen estándar en una sentada, sin ninguna duda. El año pasado no incluí al noveno arte en mi desafío de verano, pero esta vez dije fuck it. Porque también tenía un montón de cómics sin leer.
“Alto ahí. Usted dijo que se trataba de libros que tenía por la mitad”. También dije que había hecho trampa el año pasado, y este año decidí blanquear desde el comienzo. Las lecturas fueron de cosas que había dejado por la mitad o que había aplazado. Es decir, que ni siquiera había empezado a leer. Las razones son tantas, como libros sin leer tengo en casa. Que también son muchos.
Con la intención de mechar lo más posible cómics y “letritas”, ficción y no ficción, continué con el nuevo desafío. Terminé de leer la adaptación de la película Demolition Man (El demoledor), que me había enganchado hasta que se terminó el empujón inicial, y gracias a este juego lo terminé y comprobé que el libro tampoco explica cómo funcionaban las tres cachuchas del baño. El cómic 20th Century Men de Deniz Camp y Stipan Morian me había resultado pesadísimo en una primera lectura parcial, pero todos hablaban tan bien de él... Me resultó pesadísimo en una segunda lectura, pero lo terminé. Tampoco crean que sufrí. Aunque se me hizo cuesta arriba.
Así siguió el juego durante 44 días en los que leí parcial o totalmente 44 libros. Por allí pasó la fascinante poesía para niños de Shel Silverstein; el extraño libro que marcó el regreso de Bill Watterson (junto a John Kascht); El fugitivo de Stephen King, que me lo habían prestado hace meses y estaba esperando a sacar la foto final para devolverlo; libros que tenía hace años y otros que habían llegado hace muy poquito tiempo, como el actualísimo That's not funny: how the right makes comedy work for them, de Matt Sienkiewicz y Nick Marx.
Sin este juego, habría tardado más tiempo en leer el último cómic de Ram V (junto a Filipe Andrade), o la Unstoppable Doom Patrol, que me encantó y estaba ahí, siempre en segunda fila, esperando para ser leída. No todas fueron lecturas para mí: saben bien que los resultados pueden variar, y no hubo feeling con Los últimos días de Nostradamus de César Aira o La risa de Wimpi. En una ocasión metí trilogía de Johnny Ryan, con sus tres recopilaciones de historias de una página (parodias de cómics, de tiras cómicas, y personajes originales) y comprobé que sigue siendo el pinche amo del humor desagradable. Ojalá los medios de comunicación tradicionales nunca se enteren de su existencia.
Leí manga, historieta argentina acumulada de los últimos viajes a Rosario y Buenos Aires, libros raros y otros súper sencillos. Y repasando la historia oral de The Daily Show (me pueden las historias orales de programas de humor) recordé otra “regla” de este desafío, que también voy a utilizar fuera de él. Tiene que ver con mi memoria.
Tengo mala memoria. No toda, me refiero a la relacionada con la lectura. Una de las razones por las que no termino de amigarme con el ebook es porque soy muy de volver hacia atrás y buscar un detallecito de la trama que no recuerdo bien. En un libro de papel es fácil hacer pasar las páginas rapidito con los dedos, pero los lectores digitales no funcionan así. Y hasta que no lo hagan, seguiré leyendo mayormente en papel.
Decía que tengo mala memoria, pero exagero. Porque me creo que tengo menos memoria de lectura que la de verdad tengo. Me asusta internarme en novelas largas por miedo a olvidarme la trama (debido a las mil cosas que ocurren todos los días en mi mente y alrededor de ella), y la verdad es que colaboré a mi propia profecía autocumplida. Así que cuando volví a libros de ficción y de no ficción (en estos últimos es más fácil, al estar más compartimentados) no los leí desde el principio y prácticamente no volví hacia atrás, salvo si había abandonado la lectura en la mitad de un párrafo. Y ¡sorpresa! me di cuenta de que mi cerebro iba recordando los detalles conforme avanzaba la lectura. Lo tomo como un triunfo.
En resumidas cuentas, esto volvió a ser un éxito y tripliqué la cantidad de libros, entre retomados/terminados y empezados/terminados. Como me ocurrió el año pasado, durante la duración del juego mi escritura disminuyó (por no decir que desapareció), así que será hora de retomarla. Tendré tiempo en los viajes de ómnibus que estuve dedicando a la lectura contrarreloj. Porque en la última semana casi que estaba leyendo “el libro del día”. De nuevo, esto no es recomendable ni orgánico, pero en este momento particular me sirvió para forzarme un poquito más.
Gracias por
acompañarme en este recorrido. Para el cierre voy a repetirme, como esos programas
infantiles que todo el tiempo dicen “No intenten esto en sus casas”. No
recomiendo la lectura autoimpuesta, terminar libros que no quieren terminar o
leer libros solamente porque son cortos y están en medio de un desafío. Pero
(siempre hay un pero) a veces un toquecito lúdico o una presión artificial de
más puede ayudar a contrarrestar el embate exterior que nos hace dejar lecturas
por la mitad.
Para los fanáticos de las listas, va la lista final de lecturas de verano:
1) Batman
by Jeph Loeb & Tim Sale Omnibus, de Jeph Loeb y Tim Sale.
2)
Demolition Man, de Richard Osborne.
3) 20th
Century Men, de Deniz Camp y Stipan Morian.
4) A Light
in the Attic, de Shel Silverstein.
5) Calavera
Lunar, de Albert Monteys.
6) The
Mysteries, de Bill Watterson y John Kascht.
7) Rare
Flavours, de Ram V y Filipe Andrade.
8) El
fugitivo, de Stephen King.
9)
Clobberin' Time, de Steve Skroce.
10) Porno
de pyme, de Andrés Olveira.
11) JLApe,
de varios autores.
12) La
risa, de Wimpi.
13) The
Hitchhiker's Guide to the Galaxy, adaptación de John Carnell y Steve Leialoha.
14) 36ª
edición: ¡¡¡200.000 ejemplares vendidos!!! y otros cuentos breves, de Juan
Faerman.
15)
Unstoppable Doom Patrol, de Dennis Culver y Chris Burnham.
16) Los
últimos días de Nostradamus, de César Aira.
17) The
American Way, de John Ridley y Georges Jeanty.
18) Amanece
en Ciudad Despojo, de Mario Rivière.
19) Hell
Was Full, de Branson Reese.
20)
Sideways Stories from Wayside School, de Louis Sachar.
21) The
Comic Book Holocaust, de Johnny Ryan.
22) The
Klassic Komix Klub, de Johnny Ryan.
23) New
Character Parade, de Johnny Ryan.
24) Isle of
Dogs, adaptación de Minetaro Mochizuki.
25) That's
not funny: how the right makes comedy work for them, de Matt Sienkiewicz y Nick
Marx.
26)
Antídoto, de Alejandro Farias y Marcos Vergara.
27) La gran
estaca, de Tony Ganem.
28)
Demencia 21, de Shintaro Kago.
29) Shot in
the Face: A Savage Journey to the Heart of Transmetropolitan, de varios
autores.
30) Red
Herring, de David Tischman y Philip Bond.
31)
Outrageous, de Kliph Nesteroff.
32)
Supercrooks, de Mark Millar y Leinil Yu.
33) I Will
Judge You by Your Bookshelf, de Grant Snider.
34) I Kill
Giants, de Joe Kelly y Ken Niimura.
35) The
Employees, de Olga Ravn.
36) The
Compleat Terminal City, de Dean Motter y Michael Lark.
37) La
magia del orden: Una novela ilustrada, de Marie Kondo y Yuko Uramoto.
38) El día
más largo del futuro, de Lucas Varela.
39) The
Daily Show (The Book), de Chris Smith.
40) Far
Arden, de Kevin Cannon.
41)
Stroppy, de Marc Bell.
42) ¿No has
oído hablar de Cardoso?, de Mateo Arizcorreta y Diego Ruiz.
43) What
I'd Say to the Martians, de Jack Handey.
44) Fortune
and Glory: A True Hollywood Comic Book Story, de Brian Michael Bendis.
A propósito de libros
¿Mencioné que tengo muchos libros? Como forma de evitar que un día los bomberos encuentren mi esqueleto debajo de una pila de volúmenes impresos, hace años ya que vengo haciendo una venta de garage. Comenzó en Montevideo Comics y continuó con un aburridísimo archivo de Excel que podía consultarse desde la nube. A nadie le gusta recorrer una librería compuesta por un archivo de Excel.
Hace menos tiempo y gracias a una recomendación excelente (o sólo ente, porque me permitió abandonar el Excel) armé una paginita en el sitio Wix. Eso me permitió sacarle una foto a cada libro, o a cada colección, porque las personas en situación de lectura comen (comemos) con los ojos.
Es un sitio gratuito, así que no funciona muy bien, pero me permite mantener el stock en tiempo real, ya que si alguien me compra un libro (de letritas, cómic o lo que sea) lo hago desaparecer de la lista. Si a alguien le interesa recorrerlo, el link es este: Venta de garage en Wix.
En las últimas semanas, a sabiendas del mal funcionamiento del sitio, hice un PDF medio chapucero con lo que tenía en stock. Por estos días, gracias al cielo, se han ido varias cositas, así que no puedo asegurar que lo que vean sea lo que hay. ¡Pregunten, que no molesta! El link es este: Venta de garage en PDF.
La lista seguramente se siga actualizando... quizás con algunos de los 44.