miércoles, 29 de marzo de 2023

Cuadernillo de viajes

En octubre del año pasado "lancé" (comillas) el Cuadernillo de gastos, un fanzine que contiene una docena de cuentos cortos, 100% originales y pensados para la ocasión, inspirados en doce gastos que tiene un ser humano casi todos los meses.

Me gustó eso de andar cargando con una publicación casera, comercializarla sin intermediarios, y en algún caso puntual poder obsequiarla a alguien. Es difícil obsequiar un libro-libro de los que generalmente al autor le tocan tan pocos.

Tanto disfruté de la experiencia, que casi de inmediato arranqué a pensar un segundo cuadernillo. Lo primero que necesitaba era la temática, y me incliné por doce elementos relacionados con los viajes, más precisamente los relacionados con el turismo: pasajes, documentos, dinero, ropa, seguro médico, neceser, mapa, vacunas, adaptador, toalla, cargador y lectura.

Como ocurrió en primera instancia, cada una de estas palabras fue el disparador de textos, con la exigencia extra de que fueran poemas. O de micropoemas, porque son textos muy breves, incluso en una publicación de tamaño pequeño.

Las temáticas terminaron escapándose de sus disparadores, incluyendo rimas sobre el sueldo nominal, relaciones tóxicas con la ropa, reflexiones sobre las fronteras políticas y dilemas sobre la toalla del baño en casa ajena.

Este segundo cuadernillo estuvo detenido durante un par de meses, porque la computadora nueva recalentaba a niveles del mismísimo Averno y tuvo dos visitas prolongadas al service. Para cuando logré cerrarlo, ya había comenzado un periplo en la Escuela de poesía del Teatro Solís, lo que solamente me dio más ganas de terminarlo.

Después de escrito me hice cargo del maquetado, que incluye un espacio para anotar anécdotas turísticas y una especie de línea de metro con mis publicaciones, porque tengo mala memoria y me cuesta recordar en qué año salieron algunos libros. Lo reproduzco a continuación.

De nuevo estuve a cargo de la impresión en láser (en la impresora de mi viejo), el doblado, engrampado y numerado de cada ejemplar, que es único e irrepetible... siempre y cuando no pierda la cuenta.

Aquellos interesados en adquirir el Cuadernillo de viajes, así como del Cuadernillo de gastos, la forma más sencilla es comprar 1000 pesos o más en la Venta de Garage y les viene de regalo. Revisen la planilla, que se actualiza todo el tiempo. En caso contrario, tiene un precio base recomendado de 100 pesos, que es para comprar más papel y regalarle algo a mi viejo por el uso del tóner. Si quieren colaborar con más, servirá para imprimir más cuadernillos.

Las vías de comunicación se repiten: mensaje directo por redes sociales como Facebook, Twitter e Instragram, o por correo electrónico a hijodechucknorris@gmail.com. Tengan en cuenta que por la venta de un solo cuadernillo no puedo andar cruzando media ciudad, porque no cubro el transporte. Eso sí, voy a tratar de tener ejemplares en la mochila, así que peguen el grito si me cruzan por ahí.

jueves, 23 de marzo de 2023

Crítica de John Wick 4

En más de una oportunidad me quedé con ganas de decir cosas acerca de alguna película, porque en el diario somos varias almas en pugna por la cartelera y a veces pasa que se la lleva otra persona. Hace poco recordé que tengo un blog (este), así que aquí van unas consideraciones sobre la más reciente aventura de Keanu Reeves y sus monosílabos mortales. Si llegamos a 100 likes veo Tár de nuevo y la comento. Lástima que los blogs no tengan botón de like.

Todos sabemos que en las películas y las series, y un poco también en los noticieros, existe un doble discurso terrible. El héroe puede ametrallar a decenas de enemigos, hacerlos volar en mil pedazos o torturarlos para sacarles información, pero no vayas a mostrar un pezón, ni mucho menos unos genitales, porque ahí sí que la obra queda condenada a la calificación de "solamente para adultos".

Mientras convivimos con esa hiperviolencia que nos seda, hay quienes al menos han logrado convertirla en algo así como un hecho artístico. Que utilizan recursos audiovisuales, coreografías y otros truquillos para elevarlas de lo simplemente anecdótico.

Lo hizo Guy Ritchie en aquellas maravillosas peleas a golpe de puño en Snatch, o cuando Sherlock Holmes calculaba cómo hacerles daño a sus enemigos en sus adaptaciones bastante libres. Quentin Tarantino nos presenta momentos hiperviolentos estilizados, o en momentos en los que explota la tensión acumulada durante minutos y presenciamos verdaderas catarsis de sangre y cachos de carne. Ni que hablar, por supuesto, la violencia coreografiada que viene del Lejano Oriente.

En cuanto a la saga de John Wick, que debutó en el cine en 2014 y por estas fechas estrena su cuarta entrega, si bien por momentos contiene elementos de mínima elevación, apuesta a una hiperviolencia sedante. Es decir que a la primera decena de muertos ya el cuerpo se acostumbra y los procesa como si fueran honguitos que están siendo aplastados por Súper Mario, interpretado por Keanu Reeves.

La comparación con un videojuego no es caprichosa: en John Wick 4 queda muy (¿demasiado?) de manifiesto el parecido de algunas escenas con títulos del género Beat 'em up, que según Wikipedia son conocidos en español como Yo contra el barrio, y aunque jamás en mi vida lo haya escuchado o leído, elijo creer. En estos juegos se controla a un personaje que se va moviendo, por lo general hacia la derecha de la pantalla, mientras se enfrenta a una cantidad casi infinita de enemigos.

Si uno se mantiene quietecito en su lugar, los enemigos seguirán llegando, así hasta que agotemos nuestra paciencia o nuestra energía; la única forma de que paren de venir es moviéndose y llegando hasta el final de cada nivel. Esto ocurre (¡demasiado!) en varias escenas de la película, con el componente negativo de que no es tan claro el movimiento de Wick, así que nuestro cerebro no puede calcular cuánto tiempo falta para que dejen de aparecer los malhechores.

Hablemos un poquito de la historia, que es la excusa para concatenar escenas de golpizas casi infinitas. Esta cuarta entrega se construye sobre una mitología flexible que incluye a una comunidad de asesinos dividida en diferentes familias, con componentes modernos y otros ridículamente medievales, desde unas monedas de oro que utilizan para pagar servicios (sin recibir cambio) hasta costumbres que mantienen en funcionamiento a la organización. Que, dicho sea de paso, hace varias películas que no se preocupa por aceptar trabajos externos y se ha dedicado a las guerritas civiles.

La acción continúa lo ocurrido en la tercera parte, que a su vez era consecuencia de lo ocurrido en la segunda. Si tienen la oportunidad de verlas, o de repasar algún video en YouTube, les recomiendo que lo hagan. De todas formas, lo importante es saber que John fue expulsado de la organización por haber matado a un colega dentro del hotel que funciona como una especie de zona desmilitarizada. En la película anterior tuvo que huir del resto de los asesinos, y en esta... bueno, la verdad es que sigue huyendo del resto de los asesinos.

La diferencia es que esta vez el intento de eliminar a nuestro amante de los perritos está encabezado por el Marqués (Bill Skarsgård, el payaso Pennywise en las dos nuevas películas de It). Así que tenemos un villano máximo, que permitirá que durante casi tres horas sigamos a uno y otro, mientras cruzan sus caminos y se preparan para el enfrentamiento final.

Los mejores momentos de John Wick 4, y de la saga en general, están cuando el guion abraza la ridiculez imperante. Como cuando al gerente del hotel de Nueva York le dan una hora para evacuarlo y para tomar el tiempo colocan un enorme reloj de arena sobre un escritorio. También funciona mejor cuando el guion abraza la comedia que nace de la ridiculez (ya volveré sobre el tema). Dicho esto, la primera mitad parece quedarse en un punto medio que no le sirve ni al género ni al Wickverso.

Keanu Reeves está a punto de volverse una caricatura de sí mismo, cada vez con menos parlamentos, y dichos con más afectación (à la Nicolas Cage), pero no termina de hacerlo. La primera gran escena de acción, en un hotel de Osaka, podría pertenecer a una película genérica, y eso es imperdonable. Para peor, el recurso de la vestimenta antibalas hace que todo necesite el triple de disparos, haciendo que cada uno de ellos pierda su importancia. Como en un videojuego en el que dejás el botón de disparo apretado porque tenés munición infinita.

Con una fotografía interesante (hay que decirlo), la historia va ganando ritmo y se decide por una dirección, que incluye la petición de un duelo, y una misión que Wick deberá cumplir para poder acceder a este instrumento medieval de resolución de conflictos. En el medio se estableció un eneamigo ("frenemy" dirían los yanquis) que no mata al protagonista porque está esperando que cotice más alto, y un asesino ciego interpretado por el mismísimo Donnie Yen. Que ya había hecho de ciego en Rogue One. "I'm one with the Force, and the Force is with me". ¿Se acuerdan? Peliculón.

El ritmo no desciende mucho, salvo en excepciones como la escena de poker o las apariciones de Lawrence Fishburne, que vienen sin explicación alguna. De nuevo, busquen algún resumencito en YouTube.

La última hora de película es donde la cosa realmente se pone buena con escenas que podrían ser parte de un corto de los Looney Tunes. El punto más alto es la que se desarrolla en las calles de París, con verdaderos autitos chocadores, o la que está filmada en forma cenital en la que John dispara una suerte de pistola de cañitas voladoras. Finalmente, hay una larguísima escalera con villanos que nuevamente parecen infinitos, pero (¡ahora sí!) nuestro héroe tiene una dirección: hacia arriba. Todo condimentado por una FM de asesinos que transmite desde la mismísima Torre Eiffel.

La resolución se toma un tiempito de más, en 169 minutos que se notan, aunque no se notan tanto. Condensando la primera hora y media, y desatando la acción como no lo hicieron hasta cerca del cierre, hubiese tenido chances de acercarse a ese clásico moderno de la hiperviolencia y el amor por los animales llamada simplemente John Wick.