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El título es un precio sacado del último catálogo de ofertas del "Super Compact", miembro del Grupo de Supermercados "Fair Play". No tiene nada que ver con el post a continuación, que por primera vez en meses contiene material original.

Por consejo de mi editora (qué país generoso...) el cuento que viene a continuación no formará parte del próximo libro. Lo consideró demasiado violento y poco gracioso. Le dije que poco graciosos eran todos, pero no hubo forma de convencerla. Así que demostrando que un gran estadista está dispuesto a hacer concesiones, lo pelé del libro. Pero lamentablemente, ustedes podrán leerlo. Porque en un esfuerzo de producción voy a copiarlo y pegarlo en este humilde medio de comunicación. En fin.

Esta historia nació en lo que yo llamé mi "período negro" en donde poco me importaba lo que pudiera pasarme. Sin llegar a la autodestrucción, fue lo más desinteresado que estuve de mi propia existencia. Otras composiciones de este período tienen tintes humorísticos, pero en este caso quedó demasiado cruel. Tiene razón mi editora. Igual no tiene comparación con el cuento que leí de Chuck Palahniuk, que además de ser 2.000 veces mejor, era tan desagradable que me hizo bajar la presión y casi me desvanezco sobre el teclado. Después les paso el link. Ahora compartamos...

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La última curva

Di vuelta la esquina y casi me choqué de frente con ellos: tres oportunistas que esperaban a su próxima víctima. Robustos ellos, con la mirada gélida que revelaba las peores intenciones. No me dieron la chance de una negociación o de hacer un comentario gracioso, para obtener alguna clase de rapport. El trío me cayó a golpes ni bien estuve al alcance de sus musculosos brazos.
Las primeras dos o tres trompadas me produjeron un dolor indescriptible. Estuvieron repartidas en las zonas más frágiles de mi anatomía. Escuché mi mandíbula partirse en mil pedazos y el agudo canto del cisne de mis genitales. Caí al piso, pero eso a ellos poco les importó.
Mientras a patadas me destrozaban los órganos internos, comencé a sentir una sensación de paz. Por un instante me di cuenta que estaba vivo, y una débil sonrisa se dibujó en lo que quedaba de mi rostro. Pero esa misma vida que acababa de manifestarse comenzó a abandonar mi cuerpo.
Estiré los brazos e intenté gritar, pero mis cuerdas vocales ya no funcionaban, así que me quedé en una mueca muda de desesperación. Aquellos brazos no clamaban por la vida que se esfumaba, ni por mi familia, ni por un amor. En mis últimos segundos de vida lo único que quería era abrazarme a mi mochila, que contenía todo lo que más quería en este mundo y que esos hijos de puta se habían llevado a las corridas.

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Luego de compartido este fragmento de mi pobre imaginación, los dejo en compañía de la blogósfera, que no deja de ser una representación de la internet en sus orígenes: un exceso de boludeces.

Nacho Alcuri
"stick around, we'll be right back... or not"